martes, 22 de octubre de 2013

Celsius

Tus labios empujan a los míos a través del oscuro pasillo, conduciéndome exactamente al lugar al que quieres que estemos. Al estar más cerca de tu cama aumentas la intensidad de los besos, me regalas algún que otro mordisco y tus manos se aferran a mi espalda. Las yemas de mis dedos juegan a esconderse por debajo de tu camiseta y acariciar tu suave piel, lo cual provoca que tu respiración se acelere al ir subiendo desde la cadera hacia tus costillas. Sorprendiéndome, me empujas y me tiras sobre tu colchón, cayendo encima mía como la mejor de las noticias (inesperadamente). El bombardeo de besos no acaba, y cada vez hace más calor entre esas cuatro paredes. 

La ropa nos sobra, nos estorba. Nos deshacemos de ella. Te abrazo y nuestras bocas, acompañadas de las lenguas, vuelven a encontrarse. Puedo sentir el ritmo frenético de tu corazón al juntarse tu pecho contra mi pecho, y tu respiración empieza a ser entrecortada. Me miras a los ojos, con una mezcla de ternura y pasión, recordándome por qué estaba en tu cama y por qué volvería estar en ella durante días, meses, años, siglos. 

Comenzamos a jugar y beso tu pecho, arrastro mis labios despacio por tu cuello y tus dedos se pierden entre mi pelo. Una de mis manos baja, despacio, disfrutando de cada milímetro de tu piel, hacia el lugar oculto, más abajo incluso que el ombligo, donde nacen tus largas piernas, mientras sigo besando tu cuello. Al explorar esa zona con la yema de mis dedos, tu respiración se entrecorta, escuchando un leve sonido escapar de tu boca. Te muerdes el labio para contener los ruidos y me agarras el pelo con más fuerza. 

Cambio la posición y paso a estar en horizontal sobre ti, notando en todo mi cuerpo que el tuyo arde. Comienzo a bajar mi cabeza y dejo de estar frente a frente contigo, pasando mi lengua por todo tu tronco y notando cómo te agarras con fuerza a las sábanas y tu cuerpo se tensa. Llego la zona donde antes exploraron mis dedos, por debajo del ombligo, y tus piernas se mueven inevitablemente, acompañando a una serie de sonidos placenteros que provienen de tus labios. Me agarras con aún más fuerza el pelo, pero no por ello salgo de entre tus piernas (las cuales me parecen infinitas). 

Vuelvo a subir y a pegarme a tu cuerpo, me abrazas, te acercas a mi oído, y de forma entrecortada, me pides que te lo haga. Respiro con tranquilidad, te beso y obedezco las órdenes. 

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