Tempestad nació un frío Diciembre. Con esto solían bromear sus conocidos. Decían que al haber nacido durante aquel agitado día (de ahí surgió su nombre) su alma estaba congelada. Con una sonrisa, que más que sonrisa se acercaba a mueca, realizaba sus acciones diarias, como si estas le pesaran, le aburrieran. Tempestad no solía salir como los demás chicos de su edad, no encontraba sentido a aquellas acciones, prefería estar solo, en su habitación, viajando entre papel y tinta. "¿Pero tienes alma dentro de ese cuerpo de hojalata?" solían preguntarle, pero él contestaba con una forzada carcajada, acompañada de esa pequeña curvatura de sus labios. Un buen día, entró en su casa, era pleno Diciembre (nevaba) y se encontró el salón lleno de globos y varias personas gritando un "¡Felicidades!" al unísono. Más que alegría, Tempestad se sobresaltó, y volvió a contestar de su método habitual (sonrisa-mueca). Ese día había algo distinto. Se fijó en una chica que conocía solo a través de miradas discretas por las calles de su pequeño pueblo.
Ella era Calma.
Calma era una chica enérgica, todo le entusiasmaba, rozaba la hiperactividad y siempre estaba sonriendo, con un brillo único en sus ojos. Obviamente, no hacía honor a su nombre. Era la envidia de ellas y el deseo de ellos, no pasaba desapercibida. Para lograr apaciguar toda la vitalidad que recorría sus venas, trabajaba y estudiaba en varios sitios a la vez. Nació bajo la influencia de Aries, pudiendo esto tener algo que ver en su extrovertido carácter.
Tempestad se sentó en el sofá al lado de ella y le ofreció coger de su plato de patatas fritas.
Así pasaron el resto de la noche, uno al lado del otro, bailando, riendo, comiendo, mirando las estrellas cuando todos se marcharon ya. Sí, Tempestad bailó y bromeó mientras estaba al lado de ella, y Calma fue capaz de estar más de una hora sentada charlando. Increíble como la simple influencia de uno podía equilibrar al otro.
Al final de la noche, Tempestad se acercó a ella despacio, disfrutando del aire que Calma expiraba. Esta vez no fue ella la que tomó las riendas en algo, solo dejó que él sellase sus labios contra los suyos.
Tempestad logró despertar la Calma que había dentro de él.
Calma logró despertar la Tempestad que había dentro de ella.
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