martes, 9 de diciembre de 2014

Año nuevo



Crucé un par de calles y la música de la fiesta se fue desvaneciendo, confundiéndose con el ruido de la ciudad. No me molesté en quitarme parte del disfraz, únicamente quería irme lejos de allí. En mi cabeza se repetían las últimas frases que escuché, mientras se me ocurrían respuestas ingeniosas que habría estado bien soltar en su determinado momento.  “¿Qué ocurre? ¿No te lo estás pasando bien?” Qué estúpida manía la de hacer preguntas estúpidas estúpidamente obvias. Por supuesto que no me lo estoy pasando bien. No es nada agradable que, tras una ruptura reciente, traigáis a todas vuestras parejas a una fiesta de disfraces de viejos amigos, restregándome por mis propias narices lo felices que sois, conjugando los verbos en primera persona del plural, los planes de boda que tenéis o lo maravillosa que es la rutina.  

El claxon histérico de un coche me hizo mirar al frente y darme cuenta de que había acabado, sin darme cuenta mientras maldecía una y otra vez, en el parque de la ciudad. Las botas del disfraz me empezaron a hacer algo de daño, no estaban preparadas para estas caminatas, por lo que me metí dentro del parque para buscar un sitio donde echarme y descansar pies y mente. El tratarse del día que era, 31 de diciembre, el parque estaba completamente vacío, todo el mundo estaría con sus familias, amigos, parejas...y yo aquí, tirado en el césped en mitad de la nada. 

─ Creo que por aquí no encontrarás muchos maleantes, justiciero enmascarado ─ dijo una voz sacándome de mis propios pensamientos. 

Me giré y vi a una chica sentada a un par de metros de mí. Mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad y pude darme cuenta de que también estaba disfrazada.

─ Perdone, no la había visto, ninfa de los bosques ─ contesté. Deduje que la temática del disfraz era algo parecido a eso, ya que llevaba flores por el pelo y la cara pintada. ─ ¿Me he sentado sobre alguna flor y vienes a expulsarme de tus dominios?

La chica rió. 

─ Simplemente te vi tan solo que decidí acompañarte, ¡nadie puede estar triste en mi parque!

Solté una pequeña risotada. 

Me preguntó qué hacía allí ese día y a esas horas de la noche. Le conté un poco mi historia. Cómo me sentía tras llevar toda la noche teniendo que soportar muestras de cariño, servirme copas solo y escuchando anécdotas que no me interesaban lo más mínimo sobre cosas de pareja. 

─ Entiendo eso a la perfección, la verdad ─ contestó ella. ─ Al menos no han invitado a tu fiesta a esa persona a la que decidiste echar de tu vida, por la cual quemaste miles de recuerdos y acabaste transformando en un fantasma, para que luego apareciese por allí y fuese ella la que te acaba tratando como a un fantasma, como a un mueble más del apartamento. 
─ Vaya recuerdo nos vamos a llevar para el nuevo año. 

Sonaron unas campanadas que auguraban el final del día, del mes y del año. 

─ ¿Y si cambiamos eso? ─ dijo de repente la chica.
─ ¿Faltando segundos? ─ contesté sorprendido. 

Las campanadas seguían sonando de fondo. 

─ Hay lugares en los que celebran la entrada del nuevo año, ese tránsito entre uno y otro con un beso, ¿no es una bonita forma para despedirlo y olvidarnos del resto? Eso sí, no podemos revelar nuestras identidades o romperemos la magia. Mi recuerdo será que un superhéroe salvó mi noche, y para ti una ninfa de los bosques le concedió el deseo de no pasar solo el fin del año. Todo basado en la magia, en seres fantásticos, no en algo tan normal y común como son las personas. 

Dudé por un momento, pero sus palabras me convencieron. Nos acercamos lo suficiente. Olía dulce, a frutos del bosque y sus ojos eran de un verde radiante. Sonó la última campanada. Y entonces llegó el beso. 

Pasaron varias semanas de aquella noche y nunca volví a saber nada de aquella extraña chica, pero no podía sacármela de la cabeza. Bueno, más que a ella, no podía sacarme de la cabeza su olor. Dudaba del tono exacto de sus ojos, de la longitud de su pelo, incluso de su voz, pero no de cómo olía. Busqué ese olor por toda la ciudad mientras paseaba. Cada vez que una chica me miraba de reojo por las calles me preguntaba si sería ella.

Una tarde de domingo, mientras leía acomodado en mi viejo sofá, sonó el timbre. Me acerqué perezoso a la puerta, ignorando completamente quién podría ser, pero antes de poner mi mano sobre el pomo, un olor a frutos del bosque llegó hasta mí. Abrí rápidamente y allí estaba la chica, la ninfa del bosque, pero sin sus flores por el pelo ni si excéntrico maquillaje. Me pareció mil veces más bella y mágica que aquella lejana noche. 

─ Sé que es una locura y te preguntarás cómo he llegado hasta aquí, pero...creo que he comprendido que las personas podemos llegar a ser más mágicas que cualquier ser de fantasía ─ dijo tras pasar unos segundos mirándonos. 




 Ilustracion de Paula Sifora

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias por pasarte por aquí, Eleonor :) ¡Espero leerte más!

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  2. ¡Hola, Pequeño Capricho de Cronos! ❤
    Antes que nada quería decirte que muchísimas gracias por comentar en mi blog, comentarios tan bellos como el tuyo me ayudan a seguir escribiendo, me suben la moral. Te lo agradezco mucho, de verdad.

    En cuanto a la entrada, ¡qué preciosidad de relato! La verdad es que me ha enganchado, me dieron ganas de seguir leyendo más.
    Ha sido un placer pasar por aquí, en serio.

    Un abrazo, que seas muuy feliz.

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    1. Ni se dan las gracias, es todo un placer poder leer algo que consiga provocar un efecto en el ritmo de los latidos.

      Me alegra que te haya gustado mi relato, espero verte más por aquí, yo seguiré haciendo turismo por tu galaxia.

      Un fuerte abrazo y espero que sonrías mucho. Feliz Navidad.

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