viernes, 31 de agosto de 2012

Pequeña (e invisible) compañía

Escuché como se cerraba la puerta de golpe, ¡ha vuelto! Me acerqué con pequeñas y felices zancadas hacia ella, dispuesto a recibirla, ¡cómo la echaba de menos! Pero pasó de largo, trasmitiendo cansancio. Otra vez. Cada día que pasaba volvía
 con peor cara de la calle, me tiene realmente preocupado. La perseguí con inocencia y curiosidad, quería saber cual era la razón de su comportamiento, pero seguía sin hacerme caso. Estaba realmente preocupado por ella, las cosas antes no eran así, venía corriendo hacia mí para abrazarme...ya apenas recuerdo esa cálida sensación.
Se tumbó sobre el sofá y soltó un gran suspiro. Dispuesto a escuchar sus problemas, qué era lo que le atormentaba, me acerqué hacia su cara, pero siguió ignorándome. Cuando pasó un rato y vio que no tenía la menor intención de irme, me miró, pero no con esos ojos brillantes, llenos de vida que tanto añoraba, sino con esa nueva mirada de fatiga, que había perdido toda la magia que antes poseía. Refunfuñó un poco y se fue a la cocina a preparar la cena. Yo, cansado de seguirla, me acomodé donde ella había estado tumbada y absorbí el poco calor que había sobre el sofá y aspiré las últimas brisas de su perfume.

Jamás entenderé a las personas...quizás se deba a que no soy como ellas, a que solo soy un pequeño felino de compañía.

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