o te relaja, tal y como te enseñaron para los momentos en los que los nervios o el miedo invadiesen tu cuerpo. Te acercas hacia la persona por la que los impulsos vencen a tu razón, tienes muchísimas ganas de trasmitirle lo que sientes, que por ella bajarías el mismo cielo, que te da igual sacrificar el resto de tus horas a su lado, por que sabes que eso merecerá la pena. Te saluda y te brinda la mejor de sus sonrisas, y notas como la sangre se calienta, como todos tus músculos se congelan y vibran ante su presencia. Tus labios se deciden a pronunciar aquellas palabras que tanto habías ensayado...pero, nuevamente, el miedo se encarga de sellar tus cuerdas vocales.
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